LAS CORDURAS DE LA RELIGIÓN
LAS CORDURAS DE LA RELIGIÓN
CAPÍTULO 1
Los años solo transcurren y la ausencia de su sonrisa me ha llenado de tristeza y amargura, en esta noche me dedicaré a escribir esta historia de la cual dejaré evidencia en un par de hojas de papel añejas y consumidas por el polvo, pero eso no impedirá estar frente a este escritorio en conjunto a una pila de libros incuestionables.
Nos situamos en los años 60 una mañana de julio, eran las 10 en punto, solo se vivían gritos y escándalos, en aquella casa se vivía una pelea entre familia, el hombre solo ofendía con agresividad a su hija, quien con lágrimas en sus mejillas y ojos pequeños a causa de esto le impedían ver por completo a su “oponente”. Así, durante un largo tiempo donde ella no podía opinar nada al respecto y mucho menos refutar aquello que decía su padre con decisión, aquel hombre le reclamaba el porqué de sus decisiones acerca de su futuro sin tener esperanzas y abogar por ella, al contrario, estaba indispuesto con el hecho de que ella fuera una alfarera corriente.
Para ella esto era un extremismo, Hellen no estaba dispuesta a seguir las locuras y reglas tan absurdas y más cuando a su padre le ofendía el que decidiera ser una alfarera, pero buscando plasmar en aquel barro cosas más intimas y llenas de tapujos en aquella época.
Buscaba a diario apoyo, el poder desahogarse con alguien que si estuviera dispuesta a escucharla sin minimizar sus sentimientos y buscando comparaciones claras y difíciles de la vida cotidiana, que aquello que estuviera dispuesta a contar fuera aconsejado y motivado para que no desfalleciera en los miles de intentos que tal vez se le presentarían.
Ya era muy común que sintiera menospreciada por su padre y presionada por participar en los cultos, oraciones, reuniones, cantos y demás cosas que conllevaba la responsabilidad de ser hijo de “Dios”. En las mañanas se solía despertar al rededor de 7 am para empezar con un trozo de arcilla combinada con agua, en la terraza de su casa, escondida en el silencio sin querer ser interrumpida. Al rato escucho el crujir de una puerta y una voz que llamaba a su nombre, así que solo comenzó a tapar sus utensilios de trabajo, guardar su arcilla ya desbaratada a causa de la rapidez y juntado todo tapándolo con una sabana escondiéndolo bajo una mesa un poco ya abandonada.
Esa mañana, juntos como “familia” se dispusieron a prepararse para ir al culto y alabanza que habría en la iglesia, ella dispuesta a recibir represiones de los “creyentes” quienes eran como una moneda falsa, contando con dos caras, fingiendo ser santos y puros cuando despreciaban a los demás pensando siempre en la superioridad misma, la hipocresía en la cual todos eran felices siendo conformistas y viviendo en una mentira donde solo aceptan cualquier migaja. Tal vez el sacerdote de la iglesia aportaría como seguidor de la mediocridad, total, él era a quienes todos ellos seguían.
Después de salir de aquella iglesia agobiante, tal cual una joven, ella quería descubrir más allá, conocer un poco más su entorno a diferencia de las demás, buscaba aprender de las leyes de la naturaleza y destacar lo simbólico para plasmarlo en sus obras.
CAPITULO 2
Al parque central de aquel pueblo tan limitado, llego ella admirando su naturaleza y analizando los pasos y acciones de quienes allí se encontraban, fascinada por las diferentes situaciones cotidianas, dejando ver que cada persona le da el sentido a la vida misma.
En la banca más abandonada se sentó, pero aún no captaba que aquel parque era totalmente divido por un muro que por su descuido contaba con ramas trepadoras. Al otro lado se podía ver una fuente no tan alta que de vez en cuando alcanzaba su límite a base de las gotas lluviosas que se presenciaban regularmente.
En las tardes, cuando se llenaba de frustraciones e indecisiones acerca de su rumbo, acudía aquel lugar, allí despejaba todo peso y le contaba al vacío sus añoranzas, el cómo se sentía la incertidumbre de su persona y las tristezas que la dejaban en lo más profundo de su sentir.
El padre constantemente se cuestionaba a donde pasaba la mayoría del tiempo su hija, pero ella lograba tapar aquellas escapadas con el tiempo regular de su escuela, qué más da una chica de 17 años ¿Qué podría hacer más en la escuela que estudiar?...
Con el tiempo continuamente se podía ver a Hellen a lo lejos, sentada en la banca desgastada, junto a un floral con hierbas deterioradas, las cuales eran su compañía haciendo contraste con su imagen opaca e infeliz. Una tarde, un poco más significativa para ella, puesto que sería la última vez que acudiría al lugar, ahogada en llanto y sollozos, buscando respuestas del todo o de la nada, una voz un tanto peculiar respondió a sus preguntas de desdichas con una total tranquilidad y calma de la cual ella solo necesitaba.
Al escuchar una respuesta Hellen solo guardo silencio y opto por solo escuchar aquellas palabras sabias de las cuales había esperado tanto tiempo, aquel personaje masculino llevaba desde meses escuchándola y descifrando el pensar, hablar, sentir de aquella joven el deseo de poder salvarla de ese hueco profundo, oscuro, del que no hallaba una salida.
Con su filosofía quería persuadir a Hellen a encontrar en ella un equilibrio interior, no puedes toda una vida darle importancia a que dirán o si está bien lo que haces, el actuar es subjetivo y no sabrás en realidad si está bien o mal.
Hay que ser totalmente realistas y es que a poca gente le importa lo que tú sientas a menos que ellos se encuentren por la misma aflicción, encontraras gente que de verdad sea empática contigo, pero es complicado si llevas una vida llenando vacíos con cualquiera tanto así que si tus acciones son para encajar con lo mundano y superficial pierdas a esa persona o jamás la encuentres, en su pensar y actuar se denota que clase de persona es y quienes merecen de aquello que posees, estas tan solo eran algunas palabras. Ella solo caía en más tristezas, pero siendo realista había que aceptar todo aquello que decía este hombre, además si lo hacía empezaría a dejar la emocionalidad atrás y enfocarse en lo que quería y quienes merecían su importancia.
Hellen empezó a cambiar totalmente, su pensamiento era el de una chica más madura, pero apagada, aunque ya no fingía como lo hacía antes, su padre solo pensaba que ella estaba asumiendo con neutralidad todas las normas impuestas por su tradicion religiosa.
Los encuentros de aquel personaje con Hellen, que con atención la escuchaba, se volvieron más frecuentes, así liberando sus condenas internas y recibiendo a cambio las llaves hacia un nuevo conocimiento, aún no se conocía el nombre de aquel sujeto, él le dejo muy claro a ella que no necesitaban verse físicamente para aclarar que estaban destinados a estar juntos.
A Hellen la confundida un poco esta situación, pero que más daba si solo amaba las letras de los poemas que él escribía para ella, amaba su preocupación, él era su fortaleza y era solo en quien podía confiar plenamente. Su única barrera era aquel muro divisor del parque, el testigo de todos sus encuentros que se convirtieron en amorosos.
El padre de la joven ponía al tanto al Sacerdote, a quien tanto respetaba, sobre como actuaba su hija y lo bien que ahora “aceptaba” todo aquello que él imponía. El sacerdote solo se alegraba por aquello que le contaba sobre su avance y le daba alientos a él para saber llevar a su hija en ese momento de crecimiento y dudas. El padre seguía los consejos de su mentor.
Al otro lado, su hija llenaba sus tardes contándole a su amor a través de aquel muro, sus creaciones, que regularmente iba plasmando y el sentido que ella les daba. No obstante, él solo la escuchaba y en un momento de silencio él solo dijo que deseaba que sus manos recrearan sobre el barro los relieves de su cuerpo, él estaría dispuesto totalmente a mostrarse descubierto delante de ella, todo para ser una obra de arte de su autoría.
Con sorpresa, Hellen entendió que él estaría dispuesto a de una vez por todas mostrarse, pero aquí cayó en un grave error, él solo lo deseaba, y por ser un deseo no quiere decir que eso tenga que pasar, es solo una ilusión.
Así, con desánimos, Hellen pensó esa tarde en muchas opciones de como poder sentir a su amor, sin irrespetar principalmente la regla que él impuso desde unos inicios. Sus encuentros ahora eran un poco conflictivos, porque, si el joven la amaba tanto no estaba dispuesto a verla a los ojos sin ningún tipo de temor.
Ella discutía sobre esto, pero se sentía tan miserable cuando recordaba que le habla a una pared llena de plantas, de nuevo volvía la frustración a su vida. Quería tener una pareja normal y estaba dispuesta a pelear con su padre por aquel joven que robaba sus suspiros.
Tocando el tema, ella decidió plantearle la idea de verse, pero él se negó algo que afectaba la relación con su amada así que le propuso la idea de verse, pero sin tener que mostrar sus rostros y dejándose llevar por un hilo rojo atado a sus manos a un lugar no muy alejado de aquel parque.
Pero cambiando constantemente de decisión empezó a cuestionarse muchas cosas y se notaba poco interés en esto, Hellen se cansó de aquella plática sin solución y estaba dispuesta a retirarse de aquella banca en la cual llevaba horas sentada, pero un grito al otro lado impidió esto, su enamorado acepto, él en realidad la amaba y no quería perderla costara lo que costara al final estaría dispuesto a morir por ella, acordaron así que en el atardecer del día siguiente por fin juntarían sus manos.
En esa misma tarde los pensamientos de él acaban con su cabeza, según sus reglas de vida y rigiéndose por su moral, no podía estar con aquella chica que tanto amaba por la cual estaría dispuesta a abandonar lo prometido, no podía traicionar el juramento que solo él y su ser supremo había pactado solo ellos eran testigos de aquello que él hacía, su desesperación lo llevo a someterse solo en una habitación a releer aquel libro sagrado el cual predicaba todos los días.
Ese color canela que tanto admiraba que a ella la hacía tan única y los rizos de su pelo eran tan suaves y perfectos teñidos con delicadeza ese aroma que soltaba su larga cabellera era el aroma en el cual quería perderse como si de un paisaje se tratara. Era una total creación de su adorado Dios.
Los rayos del sol esa mañana pegaban en sus rostros, ella por su parte contenta porque por fin sentiría al amor de su vida y él en constante duda y temor que ella al enterarse lo dejara y se arrepintiera de compartir una vida completa junto a él, contando con que el padre de la joven siempre fue un gran amigo y clavarle un puñal en la espalda agregando que estaría con su más tesoro preciado, su pequeña hija.
Ella, con gran armonía, alistándose, jugaba con sus accesorios combinándolo con su mejor vestido, estaba de una alegría inigualable, tanto así que ese día, junto a su padre, asistió al culto con total felicidad, adelanto aquellas obras de barro que durante tanto tiempo había aplazado por la tristeza que la agobiaba.
Se aproximaba la hora del encuentro y Hellen desde la sala de su casa solo veía con entusiasmo la hora que aquel reloj mostraba colgando de la pared.
A punto de salir su padre la sostiene de la mano y solo en un breve silencio le da la bendición sin decir ni una sola palabra, ninguno de los dos, ella sale de prisa.
Caía el sol y se reflejaba en aquel muro, ella llegó con unos nervios inexplicables, solo opto por sentarse a escuchar la primera palabra de su amor.
El hombre llegó y sin pensarlo lanzo desde el otro lado del muro un hilo rojo, dándole las indicaciones de como atarlo a su mano, indicaciones que ella seguía al pie de la letra. Cuando ya estaban dispuestos a cruzar el muro, él se acordó de aquello que cubrirá sus rostros y sin más halo el hilo con esfuerzo y al igual que el hilo decidió lanzarle la sabana blanca hacia el otro lado, solo quería asegurarse de no dañar aquel encuentro.
Guiándose por sus voces se sintieron uno frente al otro, escuchaban cada uno la respiración del opuesto, él solo quería sentirla, así que encima de aquella sabana decidió tocar sus mejillas, juntar sus frentes y escucharla.
Hellen de la angustia y del impacto solo salió corriendo y mientras lo hacía, lloraba y gritaba cuestionando a Dios por qué de esto, porque aquel hombre que tanto amaba era un hombre que parecía su padre, un hombre que solo vivía bajo los mandatos de Dios.
El sacerdote solo cayó de rodillas en aquel parque y llorando golpeaba el piso mientras la luna y las estrellas eran testigos de aquel escenario. Esa noche juntos personajes acabaron, destruidos y con miles de dudas sobre su cama.
Ella sabía que no estaba bien aquello que estaba pasando, pero él solo la buscaba de forma inocente, siendo real el amor que por ella sentía, durante el culto del día siguiente sus miradas se topaban incómodamente y ella las evitaba, pero afirmaba que ese era el hombre que ella quería a su lado, no quería dejarlo ir. Y sin incumplir su mandato ante Dios, él jamás la toco, no beso a la mujer, así que ¿Qué pecado estaba cometiendo?... que más daba seguir con esto, dejándole una cita en la parte trasera de un papel que contenía un versículo del libro sagrado solo esperaba que ella asistiera a esa hora en el lugar de siempre.
Sin pensarlo dos veces ella decidió ir, esta vez estaba dispuesta acabar con esa mentira y escapar junto a él sin rumbo fijo, cuando en la salida de la casa se encontraba su padre nuevamente la detuvo del brazo, pero esta vez cambio algo, un abrazo fuerte junto con palabras que por parte de su padre muy pocas veces había escuchado, el escuchar que él estaba orgulloso de ella y un te amo, el más profundo que habría escuchado recalcando las hermosas obras de arcilla que hacía Hellen, así se despidió de su padre Obsequiándole una pequeña taza que fue la primera que armo con delicadeza.
Su padre quedo allí de pie con aquel obsequio y ella dispuesta a verse de nuevo con el hombre, llegando allí él ya esperaba por ella y con un poco de duda toco su mano, pero dejándose llevar por las corrientes del aire, la brisa ligera, se calmó como una tierna niña. El solo le aclaró que la llevaría a un lugar especial donde solo esto sería testigo de aquellas aventuras y caricias prohibidas.
Llegando allí alrededor de una silla, solo había velas, aquellas que daban vida al lugar y una ventana que mostraba un balcón clásico de la época, iniciando él, cerro las ventanas que daban vista al paisaje exterior y la emblemática luna que en esa noche los acompañaba.
Frente a frente, el sacerdote, tomando con ligereza su mano, tocando sus suaves mejillas, sintiendo el calor de su rostro y la tensión de sus cuerpos, buscaba sentirla de nuevo a lo cual ella respondió a sus mismos movimientos, esto desencadenaría un fugaz beso de pasión pero … La mano de ella detuvo su rostro, quedando atónito por esto, Hellen solo sonrió y coloco sobre ellos nuevamente la sabana blanca, haciéndole saber que su amor era único, y aun así lo amaba, amaba su interior.
Así la pareja nuevamente unió sus labios sobre la tela y dejado plasmadas allí sus caricias y deseos más profundos.
Cosa de Dios, no lo creo, aquella sabana que arrastraba por el piso su restante y como un velo recogiendo polvo empezó a consumirse a causa del fuego de las velas que iluminaban el lugar, ellos sin darse cuenta por la poca luz y por su pasión fueron consumidos por esta extraña llama de amor y aquella locura fantasiosa que allí quedo.
Aquí termino mi relato siendo yo el culpable de que Hellen allá caído en las redes de un amor religioso, mi hija era todo para mí y ahora que siento su ausencia es triste terminar sin ella. A donde quiera que estés hija mía, tu padre siempre te recordara mientras toma una tasa de café…
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